El contador de silencios

Banda sonora

La música: un personaje más

Cómo nació El contador de silencios

Vivimos malos tiempos para la música. Sin ser alarmistas: los peores. Si ya creíamos que lo habíamos visto todo con el boom latino de los 2000, ahora te jodes y te comes las consecuencias —peores, aunque parezca imposible— de todo aquello.

Quizás tenían razón The Buggles cuando cantaban aquello de Video Killed the Radio Star. Con la llegada de la MTV a todos nos parecía más interesante ver un videoclip de Kylie Minogue, Backstreet Boys o Madonna que uno de Ozzy Osbourne o de mi estimado Lemmy Kilmister. Eran más guapos y guapas, eso no te lo puede discutir nadie, y, por tanto, más atractivos para las marcas que se anunciaban en la funesta cadena televisiva. Luego estaban Los 40 Principales, que eran la personificación del tedio y el desastre musical. Salvo tres o cuatro excepciones, a partir de los 90 nos colaban toda aquella maraña hormonada adolescente: basura de radiofórmula veinticuatro horas al día. Ahora la MTV ha bajado la persiana, pero el daño irreparable ya está hecho y la caca pegada a las suelas de nuestros zapatos.

Si este libro tuviera ADN, la mitad serían palabras y la otra mitad serían canciones. La música aparece donde tiene que aparecer: no como adorno, sino como una especie de brújula emocional que guía a los personajes y, con suerte, a ti también.

Cada canción que menciono está ahí porque tiene algo que ver con la escena: ritmo, letra, mood, vibraciones… Y sí, también porque algunos momentos del libro simplemente pedían sonar así. Digamos que, si esto fuera un videojuego, la playlist sería la banda sonora dinámica que cambia según lo que pasa en pantalla.

Por eso preparé una lista oficial con todas las canciones del libro. No hace falta que la escuches mientras lees, pero, si quieres meterte del todo en el mundo de la historia, es una buena puerta de entrada.


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